El encuentro abordó los procesos físicos y químicos que intervienen en la producción de piezas cerámicas y cómo su comprensión permite mejorar la calidad y la identidad de los productos. Las prácticas realizadas mostraron la aplicación directa de estos conocimientos y el vínculo entre distintas ramas de la ciencia y el arte cerámico.
El geólogo Francisco Botta, a cargo del taller, explicó que las arcillas salvajes “son arcillas que podemos encontrar en distintos sitios; en Río Negro tenemos muchas, sobre todo rojas, y también blancas, que enriquecen las técnicas y las formas artísticas”.
Botta destacó que el tipo de arcilla define, históricamente, la identidad cerámica de los pueblos: “Los pueblos originarios se identificaban en relación al tipo de cerámica que hacían y eso lo definía la geología de la zona. Reconocer y usar nuestras arcillas es una forma de enriquecer la cultura rionegrina y fortalecer nuestra identidad”.
El especialista señaló que en el Alto Valle predominan arcillas rojas plásticas, muy diferentes a las blancas de Bariloche, lo que permite incluso pensar en identidades cerámicas propias para cada región de la provincia.
Además del valor cultural, Botta subrayó el potencial económico y productivo de trabajar con las arcillas locales: “Cómo tener tanta riqueza en el territorio y estar comprando a otras provincias. Al usar nuestras propias arcillas, no solo conservamos identidad, sino que retenemos recursos económicos y generamos un circuito laboral y turístico”.
El geólogo remarcó que el uso de arcillas salvajes tiene beneficios que van desde la formación profesional y la producción artesanal, hasta aplicaciones terapéuticas y educativas en escuelas e instituciones de inclusión.
La propuesta forma parte de la estrategia provincial para vincular la actividad minera con oficios y emprendimientos locales, aprovechando los recursos naturales de manera consciente y sostenible.